ARMERIA REAL (HISTORIA DE MADRID)

Palacio Beal y plaza de la Armería.

Uno de los edificios que conserva Madrid del tiempo de la Casa de Austria, es el que ocupa la magnifica Armería Real.

Fue hecho por mandado de Felipe II, con diseños y bajo la dirección de Gaspar de Vega, quien acompañó al mismo r ey á Inglaterra y volvió á España según el Sr. Llaguno á p r i n cipios de 1556, con encargo de hacer las Caballerizas Reales, frente al Alcázar, en el solar de v arias casas que se h a bian comprado y demolido t r e s años a n t e s . En cumplimiento á lo que ordenó el Rey desde Bruselas á mediados del citado año, quedaron en el mismo sacados los cimientos de las Caballerizas, cuva construcción terminó en 1564, h a biéndose fabricado ía planta baja con bóvedas, para evitar los incendios tan fáciles de ocurrir en donde habia de aglomerarse mucho combustible, conforme observaba el rey en una de sus interesantes c a r t a s , en las que tod i se halla p r e visto y calculado con el mayor tino. Los tejados empizarrados no se conocian en España, y habiendo espresado Felipe II «queremos que el tejado de las Caballerizas sea de pi- «zarra y de la facción de los de acá» (Bruselas», se buscaron oficiales que llegaron á España por la primavera de 1559 y entendieron en hacer la armadura de madera unos y en cortar y sentar la pizarra otros, no habiendo querido el r ey que se pusiesen planchas de plomo de las que venian de I n – glaterra para el Alcázar.

Terminado el edificio en 1564, según hemos dicho, fue ocupado en el siguiente año el piso principal del lienzo que mira al palacio por la Armería que estaba en Valladolid, como lo acredita la orden del monarca para que se diesen XOO ducados al armero mayor, á fin de traer «.a Armería que tenemos en la villa de Valladolid á la de Madrid.» En la invasión francesa de 1808 fueron demolidas las c a ballerizas que ocupaban el centro de la que hoy es plaza do la Armería, quedando únicamente, aunque muy alterada con revocos, la principal fábrica que levantó Gaspar de Vega, que es una de las primeras casas que se hicieron con r e g u laridad clásica, subsistiendo en buen estado el espacioso arco de medio-punto, labrado de sillares almohadillados de granito, formando una gran vuelta, que arranca de unas impostas que están poco elevadas sobre el pavimento. Al frente de la fachada principal del Palacio Real y cerrando por el lado del S. la espaciosa plaza llamada de Mediodia, se halla este edificio, que consta de planta baja y piso p r i n cipal , teniendo en la primera claraboyas rústicas entre las ventanas, y en el segundo jambas y guarda-polvos de g r a nito , en los que sentaban en tiempo de Ponz, niños con coronas, que al presente no existen, habiendo sido sustituido el agramilado de que estaban labrados los entrepaños con revoco de color. Termina el todo una cornisa de piedra, sobre la que se levanta la armadura del tejado que está c u bierta de pizarra y tiene el caballete muy elevado con los dos remates laterales de ladrillo, escalonados á la manera flamenca, de los cuales queda ya t an solo el que corresponde al campo , habiendo sido últimamente demolido el del lado del arco. La planta baja es abovedada y hacia parte de las antiguas caballerizas. Forma todo el piso principal un vasto salón rectangular que recibe luces por uno y otro costado v presenta una estension de 227 pies en las líneas mayores» y 36 en las menores, cubriendo este considerable e s pacio una techumbre de madera. Hállase colocada cn esta gran sala ó mas bien galería , pues reúne las condiciones de t a l , l a preciosa Armería Real, que si en todo tiempo ha m e recido particular atención, ofrece al presente mayor interés por la nueva y acertada colocación que se acaba de dar a los muchos y n i u v preciosos objetos que encierra. _ Decoran el ingreso dos elegantes maceros del tamaño natural , colocados á uno y otro lado de las puertas vidrieras que hav á los pies de la galería. Corresponden a los maceros dos heraldos ricamente vestidos, que se bal an en el medio del salón mirando á la entrada, y precediendo a la hermosa perspectiva que forman las magnificas armaduras dispues tas como en una vistosa marcha militar. Repartidas por las paredes y en las sobreventanas, se ven armaduras y armas de todas clases, completando este bellísimo cuadro los e s tantes del testero y en su centro la efigie de San Fernando.

Han sido pintadas las paredes con el mayor gusto y sencillez , cual corresponde á un establecimiento de esta clase, habiéndose elegido una tinta la mas apropósito para que destaquen las armaduras, evitándose al mismo tiempo una fastidiosa monotonía con las ligeras jambas y fajas que se han figurado en los vanos de los balcones.

Ocupan el centro de la prolongada sala dos rectángulos simétricamente dispuestos con varios pedestales de buena forma , en cada uno de los cuales hay una bonita urna de cristales que gira sobre un e j e , para que se examine cómodamente el objeto que contiene. En la primera, por el lado que mira á Palacio, está el casco de Carlos V hecho por Negroli en i’óí’ó, según se lee en la parte interior del mismo.

Este casco es el que atribuye el vulgo á Julio César, porque dice sic tua invictue Ccesar, aludiendo á la figura que simboliza el África, á la que tienen sujeta la Fama y la Victoria.

Hállase en el penúltimo pedestal por el lado de Palacio, un casco que se atribuye á Cellini, y en el último de la banda opuesta hay otro que representa pasages de Baco. Diferentes cascos notabilísimos , va por su mérito artístico, ya por su interés histórico , se hallan distribuidos por los pedestales de uno y otro cuadrilongo, terminando el p r i mero con un peto de Felipe II puesto en su correspondiente urna, v en él que se espresa la batalla de San Quintín , y el segundo con la litera sencilla en estremo que usaba el emperador Carlos V en sus espediciones. Las infinitas sillas puestas entre los pedestales merecen ser examinadas, particularmente las primeras por el lado de Palacio, pues una fue de D. Jaime el Conquistador, dos del Cid, una de Felipe I I ; varias que siguen son de esquisita labor, como la llamada de Neptuno, y en fin hay otras muchas que seria prolijo enumerar. Encierran ambos cuadrilongos ricas armaduras dispuestas en filas y colocadas unas en pedestales de bella forma que imitan mármoles con mucha perfección y otras en sus correspondientes caballos, hechos algunos r e cientemente por los señores Piquer y Pérez. Las dos primeras armaduras á caballo pertenecieron al César Carlos Y; una de ellas á la romana es la que llevó cuando se coronó en Bolonia. Entre las restantes armaduras las hay de Fernando V, del cardenal Cisneros, de Hernán Cortés, de Felipe II, de D. Juan de Austria, de Felipe I I I , viéndose una magnifica de Carlos V, obra de Negroli traida de Yuste, dos soberbias que pertenecieron á Felipe II están al fin de los dos rectángulos inmediatos al último caballo que sostiene la a r madura con que entró en Túnez Carlos Y. Por último , se encuentran en este museo dos armaduras de Isabel la Católica, una de Boabdil rey de Granada, dos chinescas ó j a p o nesas, una moderna de las islas de la Occeanía puesta en la correspondiente figura ejecutada por el Sr. Piquer. Ocupan el centro de las filas de armaduras de ambos rectángulos piezas de artillería muy curiosas, y una costosa silla morisca regalada á nuestra augusta reina doña Isabel IL. En las paredes de esta gran galería y en las sobreventanas hay asimismo armaduras, armas bien combinadas y escudos, siendo notable el que .regaló á D. Juan de Austria S. Pió V, el cual tiene dos balazos, y ha sido en este siglo despojado del Crucifijo dc plata que habia en su centro, y de la inscripción que le circundaba. Frente á la puerta ha tenido el Sr. Sensi la feliz ocurrencia de colocar una armadura con una cabeza de león simbolizando la España y al rededor las diferentes armas con que sus esforzados hijos han luchado en uno y otro hemisferio. Penden del techo algunas banderas notables, observándose al fin del salón el estandarte de D. Juan de Austria. Es tal la riqueza de esta galería , que lleva gran ventaja á las de igual clase de Londres y Paris. En esta ciudad se publicó una magnífica obra que hemos tenido á la vista en la que hay 81 láminas dibujadas por el Sr. Sensi que representan los mas notables objetos de esta Armería y van acompañadas de testo que prueba la erudición y sana crítica de los Sreales Sensi y Jubinal. Sensible es que el escesivo coste de esta obra no permita que se generalice. En España existia la descripción de Abadía, pero careciendo de numeración, no era útil para distinguir los objetos, si bien daba noticia de su existencia.

En los estantes se halla[mucho bueno que observar. El que está señalado con la letra A contiene e n t r e otras curiosidades, los ropajes y el casco de Ali, general de la escuadra turca en Lepanto , y varias armas pertenecientes al bey de Oran, Hacen ó sea Bigotillos. En el estante B se guardan armas blancas turcas ó moriscas en su primera mitad , y en la segunda los montantes dados á los reyes por los sumos pontífices, y algunos estandartes que tuvieron los cristianos en Lepanto. Notable es cuanto se ve en el estante C mereciendo particular atención la colección de espadas formada por las de Pelayo, de Lain Calvo, del Cid, de Bernardo del Carpió, la llamada de Roldan, con adorno de ricas piedras, la de San Fernando , de Fernando V , el estoque real que sirve en las juras de los príncipes de Asturias, 3ue es la espada del Gran Capitán, de Carlos V, de D. Juan e Austria, de Cortés, de Pizarro, la bellísima denominada del Mascaron y la terrible partesana de D. Pedro el Cruel.

Son igualmente notables el escudo de Medusa , el de la batalla de Cartago, otros dos muy preciosos y la curiosa adarga que representa la toma dé Granada en la parte superior , y la batalla de Lepanto en la inferior ; leyéndose en el centro Serie spes una senecta>; debajo de esta adarga está el bocado del caballo de Witiza. Cuatro bellos escudos encierra el estante D, que son el del Mascaron, el déla conquista de África, el del triunfo del amor y otro que no se le designa con nombre alguno. En la parte inferior hay un considerable número de primorosas espadas de cazoleta, entre las que se cuenta la de D. Suero de Quiñones y la de Garcilaso de la Vega. Muchas armas de fuego antiguas é interesantes, ocupan el estante E, que asimismo ostenta tres banderas, dos de ellas de Lepanto. Armas de fuego modernas, entre las que se distinguen algunas de esquisiías labores, y una de dos cañones regalada por Napjleon á Carlos IV se hallan en los últimos estantes, designados con las letras F y G, en los que también existen sillas y armas turcas dcmuého valor, y una riquísima gualdrapa bordada de sedas y o r o , remitida como aquellas a Carlos III, por el emperador de Turquia. Otras muchas preciosidades hemos observado en los estantes referidos, pero no podemos hacer de todas mención, pues debemos ceñirnos á los límites marcados por nuestro plan. Cuantas personas visitaban este magnifico establecimiento, echaban de menos un libro que sirviese de guía al reconocerle, exijencia muy j u s t a que se verá satisfecha en breve, pues cómo complemento déla reforma que ha sufrido esta armería y en virtud de la cual ha duplicado su valor, se publicará un exacto y bien detallado catálogo, formado ya por una junta compuesta de personas competentes y por el Sr. Sensi, á quien no podemos menos de tributar los mayores elogios por el esmero y tino con que ha procedido en la nueva colocación de las armaduras, cascos y demás, dando realce á todos estos objetos que recuerdan nuestras glorias militares. Muchas son las atenciones que debemos á dicho señor, pues con la mayor finura y tomándose el mas vivo interés, nos ha dirijido al examinar repetidas veces el establecimiento, puesto por fortuna á su cuidado. Béstanos decir solamente , que el célebre coche de la reina doña Juana , ha sido trasladado á las caballerizas reales , según queda referido en la descripción de aquellas, é igualmente se ha quitado de esta armería, la carroza de hierro que regaló á D. Fernando vil el señorío de Vizcaya. La entrada al establecimiento que acabamos de describir, no puede ser franca para el público, pues lo impide el local poco espacioso al efecto; pero las esquelas se han dado siempre con mucha facilida