VASCONIA

la primera idea que ofrece este nombre , es la de una nación ant. enriscada allá en las escabrosidades del Pirineo central y occidental, con una demarcación que es preciso deducir de la reducción de los pueblos que le atribuye Ptolompo; pero asi este geógrafo como todos los del imperio romano, á quienes por lo mas debemos el c o nocimiento de nuestras antigüedades, tuvieron noticias muy mezquinas de esta nación. A pesar de ello, los escritores nacionales que les h a n sucedido hasta nuestros dias, se h an limitado á investigar lo poco que los antiguos supieron d e cirnos, dándose por muy satisfechos con atribuirse el honor de haber entendido y reducido mejor que otro las doctrinas de aquellos. Siguiéndolas según sú modo de ver cada uno, todo el conato ha consistido en rastrear los inciertos limites que por ellas cabe establecer, promoviendo á veces interminables cuestiones para la introducción de insignificantes diferencias. Numeroso es el catálogo de los escritores eminentes que se han esforzado en ilustrar las antigüedades vasconasjmas nadie ha concebido que h o y , entrando en esta cuestión con la debida emancipación mental, fuese posible razonar un sistema nuevo, que casi orille la a u t o r i dad de los mismos Estrabon, Plinio y Ptolomeo. no obstante ser estos los grandes maestros de la ciencia. El sabio Guillermo de Humboldt se ocupó ya en examinar las investiga- | ciones sobre los primitivos hab de España por medio de la lengua vascongada, y hasta allí mismo debe remontaisc quien pretenda conocer cual corresponde la Vasconia , d e jando las noticias suministradas por los geógrafos mayores para á su tiempo citarlas como comprobantes de la idea que entonces se tuviera de ella.

Ya hemos espuesto en diferentes art. de la presente obra nuestra opinión sobre la primera población de España , t r a y é n – dola de O r i e n t e , donde colocamos el ibón de las naciones, en orden contrapuesto al establecido por el eruditísimo Baílly, que lo puso en el Norte , con el necesario sacrificio de sus creencias mismas, hecho á un propósito apasionado. Una razón física esplicada por las historias sagradas y profanas, por las tradiciones de todos los pueblos y por las memorias conservadas en todo el Occidente marcan el curso de la población v de la luz moral regido por el de la luz física, y no hay duda, que al hablar de los vascones ti atamos de aquella ralea primitiva Asi supuesto, ¿podremos d e c i r , cual muchos escritores, que son los primeros iberos? En todo caso sería dando á esta voz un sentido figurado si por ello se entiende que son los primeros hab. de la I b e r i a , cierto. Y con frecuencia lo haremos nosotros mismos. Pero no se olvide, que también mas de una vez hemos establecido ser el nombre Iberia y la alcurnia ibera muy posteriores á aquella población y de procedencia opuesta los iberos son ya aquella reacción del N., que mas allá de los tiempos mythicos sabemos alcanzó ya hasta los Algarbes (antiguos cynetes ó c u neos) •. son los oriundos de aquellos orientales que, habiendo dominado los montes Rífeos, acrecentándose en el salvage origen de los hielos, degenerados por la dureza de estos so desprendieron luego sobre los poseedores de climas mas felices; desprendímientohorrible, que asoma casi periódicamente en la historia del mundo, siendo uno de los orígenes arrobadores de los progresos morales. Es preciso deslindar asi los orígenes y nombres de los vascones é iberos aquellos son orientales y estos del setentrion.

Siendo los vascones procedentes de aquella población hispánica, que viene significada en la mitología bajóla partición del mundo entre ‘los dioses, y en las fábulas del Hércules primitivo v de la conquista de Pan; en las letras sagradas bajo la dispersión de ios noachidas e t c . , ¿diremos con los apadrinadores de la lengua vascongada que es la traida por aquel pueblo originario que la recibiera del mismo Dios?

También hay un distinguido humanista moderno que , ilustrando los orígenes de los idiomas con una independencia digna de imitación, aunque fuera de apetecer otra ostensión en su trabajo, al llegar á este punto dice con harta j u s ticia «¿Quién no se lastima al ver que hombres eminentes han presentado como originario el dialecto vascongado, t e niendo con frecuencia frases dificultosas por palabras, y siendo el resultado de la amalgamación de distintos idiomas, dura y bárbara, como decía del francés cierto escritor, con relación al tiempo anterior á su cultura?» Es , sin embargo, muy de aprovechar la luz que produce el examen de este idioma; pues aunque sea tal como aquí se le califica, en medio de su degradación asoman aun innumerables raices orientales, que manifiestan ser donde este origen se ha conservado mejor, preponderando siempre sobre los demás allegados; sin que neguemos por esto que los trastornos sufridos en tan larga serie de siglos, durante la cual repetidas veces se han visto retroceder las naciones á su infancia, las frases mas cspresivas hayan parado en palabras de dificultosa pronunciación, ya como resultado de la misma escelencia de su origen, ya porque á estas mismas palabras so hayan unido otras de distintos idiomas, estremando su dureza.

La lengua vascongada es siempre un comprobante del origen oriental de esta nación.

Si la nación vascona data de la primitiva población de Españ a , ¿á qué época reduciremos su diferencia respecto de las demás regiones de la Península? ¿Cabrá establecerla desde su mismo origen , cuando este hermana á los antiguos vascones con el resto de los españoles? No hay duda q u e , á pesar de esta omonia originaria , hubo de existir desde entonces mismo cierta diferencia entre los hab. del Pirineo y los de las llanuras; por lo menos seria desde el principio un deslinde geográfico que pronto á la acción respectiva de las localidades vendría a ser característico. El hab. de Jos riscos y las escabrosidades, el hombre obligado á luchar con la naturaleza brava del origen de los rios, que solo se presta á la gran vegetación, para obtener una subsistencia siempre escasa y trabajosa, no puede menos de diferenciarse del dueño de las llanuras, que espontáneamente le rinden lo necesario, tras de lo que solo encuentra el hombre el abandono, la pereza y todos los vicios entretanto el montañés no puede menos de ser sobrio, ágil, a c t i v o , inquieto y laborioso , y he aqui el origen de la nacionalidad vascona, del que este mismo nombre es un recuerdo todavía.

La radical del nombre Vasconia ó Vascon, es conocidamente originaria, recibida como t a l e n diversos idiomas, y ha ido variando de formas, según las pronunciaciones Ask, Eusk, Osk, Ausk, y Vask ó Bask, de donde vienen las voces modernas Vascon ó Vasco, Vascuenz, Vascongados, Vizcaya y Gascuña. En el griego, donde también aparece esta radical, nos resulta esplicada, derivándose de ella el verbo askeo, estar inquieto, agitado, e t c . , cuyo concepto cuadra tanto al pueblo del Pirineo no hay duda que esta fue su razón denominante y este el significado de la voz Vasconia ó Enskaldunia. El ilustrado Cortés le da también est e sentido; pero mientras nosotros acudimos al griego solo por una espheacion, en la inteligencia de que el griego y el vascuenz han recibido de un origen común la radical mencionada, él supone que la voz Vasconia se ha formado del participio Ascon nosotros, que escaseamos mucho mas los orígenes griegos, no encontramos razón para admitirlos en unas regiones desconocidas á aquella nación hasta que la conquista romana franqueó la entrada en ella á los estrauj e r o s , quienes vinieron ponderándonos su aislamiento y su barbarie. Otros han esplicado la voz Vasconia diciendo que «es de origen vascongado, compuesta de la palabra vaso »que significa monte, y el caso del nombre co, puesto según »reglas del idiona; de «suerte que vasocoy por contracción »vasco, viene á significar lo mismo que del monte ó monetarias, de cuya palabra formaron los latinos el sustantivo uVasconia, siguiendo los preceptos de su lengua.» Pero toda esta esplicacion está rebosando de ignorancia. La e s puesta anteriormente cuenta ademas en su apoyo los dictados de inquietos y ligeros que dieron á los vascones Avieno v Silio Itálico, acreditando asi ser estas las principales cualidades características de este pueblo, y que por consiguiente pudieron ser también sus denominantes s basta esta razón para aducir en apoyo de nuestra doctrina los testos de aquellos dos insignes españoles, sin que avancemos á suponer que, conociendo ellos el significado del nombre vascon, quisieron traducírnoslo en los sinónimos latinos tnquietus y levis; lo que seria una suposición harto aventurada.

Esta primera consideración de la nación vascona, por lo que hace al concepto geográfico, viene á quedar arrinconada tal vez mas allá de 16 siglos antes de la era cristiana; acaeciendo por las gargantas del Pirineo la grande irrupción íbera que hemos indicado. Entonces los vascones, arrollados por los bárbaros del Norte, se ladeaion á la invasión , dejando libre paso á aquellos paia que se derramasen por los mejores t e r ritorios tfe la Peníusula, especialmente al N . , 0 . , S. y cent ro de ella. Los vascos apoyados de sus riscos, quizá d e s preciados por aquellos bárbaros á cuya vista se dilataban regiones mas felices, volvieron al dominio esclusivo del valle del Ebro desde su nacimiento hasta su confluencia con el Segre la Vasconia quedó entonces casi con la integridad de su pureza, deslindada de otra nación gemina y que g e neralmente se liama, aunque con poca propiedad, ibera; los montes Idúbeos y los Pirineos limitarou la ralea primitiva libre del general contagio; pero de todos modos habia sido grande para ella misma la catástrofe sufrida; la d e s gracia hizo al vasco mas indómito y mas fiero; la antigua cultura de los paises comarcanos, cuyos efectos aspiraba con resultado contra la natural tendencia de su situación á la dureza, habia sucumbido á la invasión; esta se repitió mas tarde y como 6 siglos antes de Jesucristo con mayor resultado sobre la Vasconia misma-, los vascones por fin participaron de la barbaiie céltica ó s c y t h i c a , aunque no se cruzasen entre ellos las castas como en otros paises, donde apareció la nación celtíbera. Asi pudo decir Estrabon, que todos los montañeses del N. de la Iberia, los yalecios, los astures, ios cántabros y los vascones, se asemejaban en su modo de vivir. Allá puede fecharse el origen de aquella ferocidad tan decantada por los historiadores y poetas romanos, y la introducción del politeismo e n t r e los vascones, que generalmente, aunque sin razón alguna, se ha atribuido á los griegos y á los romanos, constando que en tiempo de Sertorio les era común el culto de los dioses á la manera de Roma y tenían fama entre los romanos mismos de ser los mas grandes conocedores del porvenir por el vuelo de las aves (Lamprul., invit. Alex. Sev.). Muchos siglos antes de nuestra era hacian sacrificios humanos al modo galo, con la particularidad de creer que las almas de las víctimas q u e daban endiosadas por el sacrificio (Prudencio). Eran sumamente belicosos ligeros en sus armas y modo de guerrear, ni siquiera llevaban cubiertas sus cabezas; eran terribles en los encuentros y su ímpetu arrollador irresistible á sus cont r a r i o s en casos de absoluta necesidad no escrupulizaban comer la carne humana (Valerio Máximo), y les era privativa aquella heroica institución tan celebrada de los antiguos, por la cual, según espresion de César, ciertos valientes vinculaban sus vidas á un caudillo para no sobrevivirle, muriendo á su lado en la batalla ó suicidándose si no conseguían fenecer eu el trance.

Los vascones, sin conocer en su aislamiento mas estranjeros que los bárbaros, cuyas invasiones no habian acertado á atajar en las gargantas del Pirineo, conservaron largos siglos la ferocidad que estas desgracias les produgeran y que aquellos les comunicaran, estableciéndose en s us confines occidentales y del Sudeste, donde la última irrupción mencionada produjo la nación celtíbera Estrabon atribuyó aun la fiereza y barbarie de los cántabros y vascones, cuya vida vino á ser la misma, al poco trato y sociedad con las naciones cultas. ¿Creeremos hallar ya un hecho histórico c i e r t o , perteneciente á este pueblo, en la grande espedicion de Aníbal sobre Italia? Nada tendí ia de estraño que un pueblo t a n dado á la guerra y que como sus vecinos los cántabros y celtíberos, la buscaría dentro de sí mismo cuando no la encontrase en el e s t r a n g e r o , bu- Diese enviado algún contingente voluntario á la fama de aquella espedicion, negociado por el púnico; pero es poco Erobable esta negociación con un pueblo que siglos después abia de ser aun calificado de bárbaro y fiero, por su poco comercio y sociedad con las naciones cultas. Menos podia ser este contingente obligado; pues « Anibal en su espedicion á los Vacceos no pudo llegar á los Várdulos, ni mucho menos á los Vascones….» (Cortés); y estos pueblos quedaron con la integridad de su primitiva independencia.

Cuando Silvio Itálico va nombrando bajo las banderas de Anibal los pueblos principales de España, lo hace por mera amplificación histórica, y pinta las gentes conocidas en su tiempo como si lo hubieran sido en el que acaeció la espedicion aquella. Desde la primera entrada de los Escipiones en España se cree fechar las relaciones entre vascones y romanos; p e r o , en todo caso, hubieron de ser muy débiles; fallando razón que los robusteciera cierta apartada la Vascunia del teatro de la guerra entre cartagineses y romanos, permaneció en absoluta incomunicación con unos y otros, sin alternar en una lucha que miraba como agena. D. Miguel Cortés y López se esfuerza en probar que Tiberio Sempronio Gracho engrandeció ya una. población vascona y le dio su nombre para que sirviese de monumento de su gloria; mas lejos de persuadirnos sus razones, por mas fuerza que les dé el profundo respeto, que justamente tributamosáeste escritor distinguido, creemos que aquella ciudad estuvo en la Celtiberia, cercana a l s i t i o d e s u memorable triunfo, obtenido en las faldas del Moncayo, á algunas millas de la Vasconia (V. lloréis, Grachuris y Agreda); y que los habitantes de esta región eran mirados aun por los romanos como desconocidos, indómitos y temibles en medio d é l a situación pacifica que estaban conservando. Por fin se cambiaron las cosas al asomar la guerra sertoriana.

La partp meridional de la Vascouia fue muy adicta á Sert o r i o ; en su partido se inmortalizó Calahorra (V.), y descolló la admirable institución vascona de aquerenciarse los soldados con su caudillo hasta la m u e r t e , de lo que ya hemos hablado. Después do asesinado Sertorio, todos estos valientes sirvieron de holocausto á sus manes y á la Tierra, madre de todos los mortales; véase el curioso epitafio puesto á aquellos héroes Hinc multce quce se manibus Q. Ser toril Turmas, et Térros Mortalium omnium parenti Devovere, dnm, eo sublato, Super esse tcederet, et portiter Pugnando invicem oecidere, Morle ad prcesens óptala jacent.

Válete, posterL.

«Aquí se han sacrificado numerosos batallones á los mane« de Q- Sertorio, y á la T i e r r a , madre de todos los mortales.

Después de la perdida de su gefe, la vida les eia insufrible carga. y supieron hallar la muerte, objeto de sus anhelos combatiendo entre sí. Descendientes, adiós.» Algunos han atribuido este monumento á soldados romanos que se inmolaran á la memoria de sus generales Publio y Neyo Escipion; pero se acomoda mejor á los vascones y á esta época.

También hubo vascones que estuvieron contra Sertorio, quien por este motivo castigó á ios cascantinos; Pompeyo recorrió la región y, para afianzarla en el dominio romano, erigió en ella la ciudad de Pompegopolis (Pamplona, v.). Desde entonces las continuas relaciones con los romanos fueron reduciendo su anterior dureza, aunque sin menoscabo de su ardimiento guerrero. Asi fue, que posteriormente en la conquista de las Galias por Julio César asomaron también los vascones por la otra parte del Pirineo en ausilio de sus vecinos, y ademas de su genial denuedo, llevaban al frente generales muy diestros en pelear á la romana, amaestrados á las órdenes de Sertorio. Sin embargo, P. Craso los batió con menos g e n t e , haciéndoles una matanza horrorosa, á favor de un ataque ejecutado oportunamente por retaguard i a , con el cual logró el astuto Craso desconcertarlos en lo recio de la pelea y depararse la mas completa victoria. Es notable que una nación tan belicosa y que de este modo llevaba sus armas á otros paises, contra los romanos nada diese que hacer á Augusto en la guerra cantábrica y astu- V A S 615 riana; quiérese esplicar esto recordando, que las correrías de los cántabros sobre las ciudad aliadas y pacíficas solo se e s tendieron á losautrigones, á los turmodigos y á los vacceos setentriouales; pero asi se satisface solo el concepto de que no figurase en ella por la razón que e s t r s regiones; mas no al que desease averiguar cuál era su condición en aquella época, supuesto que no hostilizó á los romanos y á los que se les habían sometido ó aliado como los hostilizaron los cántabros, ni aprovechó aquella coyuntura para aliarse con estos en defensa de la independencia común. La historia de aquel tiempo escrita por los latinos, que solo se esmeraron en referir sus conquistas, ó por los griegos, que también se cuidaban poco de las cosas de los vencidos en cuanto su r e lación no habia de adular á sus señores, no es estraño que adolezca de bstas lagunas que ya no es posible llenar á no ser con enlaces ideados. Aunque las repetidas reducciones y tropelías de los romanos hubiesen hecho servir á los vascones de la parte medía del valle del Ebro á las últimas montañas, no se hallarían muy supeditados después de la catástrofe de Sertorio, cuando hicieron la mencionada ostensión de su independencia á favor de los galos; ni aun quedarían muy deprimidos por el destrozo sufrido en aquella guerra cuando las noticias que alcanzamos de su estado en tiempo de Augusto nos prueban lo poco que aun habia influido en ellos el trato con los romanos, no obstante fechar de mas atrás el principio de este influjo. Estrabon nos dice que era uno su modo de vivir y el de los cántabros, ponderando su fiereza y barbarie; sabemos también que mientras el conato de aquel emperador consiguió generalizar la lengua latina, y aun los conocimientos del griego en toda la Península, los vascones conservaron todavía, con sus ant.

costumbres, su propio idioma. No obstante el aislamiento nacional y repugnancia á lo advenedizo que esto indica y que siempre han prevalecido en el pueblo vascongado, permaneció pacifico en tiempo de los emperadores. Aun alcanzaban en tiempo de Augusto desde el Agreda al Segre los lim. de esta ralea castiza, y ni toda la prolongada dominación romana fue bastante á arrancarle sus costumbres nacionales é idioma fuera de la parte de barbarie que antes presentaban aquellas. Su valer descolló aun en aquel tiempo dando el imperio á Vespasiano una cohorte vascona que Galva habia alistado y que después habia formado parte do las legiones de Egipto y J u d e a , la cual embistiendo denodadamente por el costado una de las alas del ejército de Vitelío produjo la derrota general de este.

En el siglo III de Jesucristo volvieron á sufrir la invasión de los bárbaros del N . , que otra vez se derramaron en la Península por las gargantas del Pirineo; y repetida esta invasión en el siglo V se abre una era del mayor sufrimiento y gloria para el pueblo vasco sus riscos, santuario de la primitiva independencia española, ai rinconada en ellos por lo dominación estranjera, van á ser constantemente acometidos por otros enemigos, avezados también á las montañ a s , y apenas dejaran de aparecer enrojecidos con la sangre de los continuos asaltos, hasta que al fin la libertad indígena prevalezca. ¿Cuál era la demarcación vascona que encontraron estos invasores? Arreglada á los pueblos que les atribuye Ptolomeo, cuya guia es el mejor documento que tenemos del imperio romano , para conjeturarl a , cerrando esta región las Españas, tocaba con el r. Bidasoa y era suyo el cabo de Higuer con todo el t e r r . de San Sebastian y» Oyarzun bajaba confinando con los várdulos por Tafaila; pasaba el Ebro abrazando á Calahorra; seguia al Oriente por sobre Tarazoua á Alagon, dejando á Mallen para los celtiberos; y abrazaba á Huesca y á Jaca.

Tenia 15 ciudad y todas acudían á ventilar sus pleitos al conv.

jurídico de Zaragoza (Plinio). En este estado fue asaltada por los suevos, que se estrellaron contra la pujanza enskara.

Los vascones acometidos por aquellos bárbaros, al mando de Requiario, hicieron la guerra de montaña que les es p r o pia ; y aunque consiguió vencerlos aquel en los llanos y en algunos valles, no pudo avasallarlos. Detrás de los suevos se abrió la obstinada contienda con los godos. Leovigildo los d e r r o t ó , se posesionó de sus pueblos, y luego, por blasón de su triunfo, edificó en los Caristos una ciudad á que se dio, y aun conserva, el nombre de Vitoria (581). Pero el resultado de estos acontecimientos fue la conquista del pais, mas no de los h a b . m u c h o s de ellos pasaron á establecerse á la otra parte del Pirineo, en la Gascuña; y otros se d i s pusieron á volver por su independencia. Gundemaro tuvo que acudir también personalmente á su reducción (611). Lo mismo se vio precisado á hacer, con todas sus fuerzas, Suintila; y después que se le sometieron, atajados por todas partes», «e limitó á recobrar la presa y á precisarles A enviar cierto número de operarios á la construcción de Olite. También dieron que hacer á Recesvinto y obtuvieron de él el desagravio de los abusos sufrid »s. Nuevamente alzados contra Warnba , acudió este en persona con un grande e|éreito, que los acosó hasta sus últimas guaridas, arrasando sus fortificaciones y posesionándose de sus pueblos y ald Pero nada bastó á su reducción definitiva y basta el rey Rodrigo hubo de ensayar sus revueltas. Asi este pueblo libre protestaba contra el dominio de un señor; pues tal era su práctica inconcusa en falleciendo el rey va estaban sobre las armas y era corriente una guerra en eí principio de lodo reinado. Nunca lograron los godos ejercer soberanía absoluta sobre estas montañas. Los vascos formaron siempre una nación, cuyos distintivos fueron la independencia, el aislamiento y el denuedo siempre hablaron su antiquísimo idioma y siempre constituyeron una confederación de pequeñas repúblicas, hermanadas solo con el vínculo de su origen y habla común.

Los árabes que amagaron la libertad vasca después que los godos, llamaroná este pais Djalikiah, y lo comprendieron también en el nombre de Afrank, común á las Asturias y Galicia, á los pueblos galo-romanos, y á los ver • daderos francos del N. del Pirineo. Los vascas’, alternando entre sublevaciones y rendimientos, según lo exigían las circunstancias, lograron que prevaleciese su independencia nacional en medio de los embales árabes, asturianos y francos, que todos atentaron contra ella. En esta época empezaron á asomar parte de ellos con el nuevo nombre de Navarros, y en el a r t . Navarra puede verse como su posición militar continuada vino á producir una monarquía en menoscabo del ant. sistema allí se hallará lo demás concerniente á esta parte de los pueblos vascones. La constitución especial del pais, que hemos mencionado, y que continuó al través de todas sus vicisitudes, al paso que facilitó este cambio político en parte de la Yasconia, reuniendo varias de sus repúblicas federadas para formar la base del poderoso reino pirenaico, fue causa de que no toda esta nación cor r i e s e igual s u e r t e ; perpetuándose el sistema primitivo en el rincón donde hoy mismo las tres provincia Vascongadas Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, nos presentan los restos de aquel insigne pueblo.