ASTTAPA

ciudad famosa de la España ant., que se inmortalizó dejando de existir con el mas terrible ejemplo del horror que siempre tuvo á la esclavitud este pais.  No sonó su nombre como el de Sagunlo; no fué tan decantada su desgracia , habiéndola sufrido por su alianza con una nación que desapareció bien pronto; pero ella fué mas grande, y en sustancia por la misma causa.  Era Sagunto amiga de Roma; Astapa lo era de Cartago: si hubo yerro en sus alianzas, fueron voluntarias, y murieron fieles á sus palabras, sosteniendo la integridad de la independencia que las correspondiera.  La primer noticia que se nos presenta de Astapa es ya con relación á esta alianza: sus naturales, enemigos de Roma, se ven hostilizando ásus ejércitos y á las ciudad que la son aliadas: y á pesar de las desgracias de los cartagineses, cuyo poder miran por tierra, guardan su amistad manteniéndose pertinaces en la aversión á Roma: juzgaban á esta república irreconciliable enemiga, y no podian doblegarse á pedir su alianza, temiéndola como la puerta de la esclavitud, no sin fundamento, pues la inmortal Sagunto les habia dado á conocer lo que se podia esperar de la fidelidad guardada á aquella república ambiciosa; y lo seguro de sus promesas, los crédulos pueblos que en lugar de la libertad que esperaban de su protectora , arrastraron las mas pesadas cadenas.  Viene el célebre Lucio Marcio sobre Astapa, y la acosa reciamente: los aslapenses, conociendo su débil posición contra enemigo tan poderoso, desean ya aquella alianza aborrecida, y pretenden, con su esfuerzo, mejorar las condiciones de una capitulación: mas todo es inútil, y desesperando por fin de obtenerla honrosa, después de haber hecho prodigios de valor, no piensan ya sino en vender caras sus vidas, libertando á sus esposas, á la ancianidad, y á Ja niñez, de las manos de su odiado enemigo; privándole asimismo de los despojos, y dejando solo á su triunfo, un cuadro el mas espantoso, un severo aviso de lo que es la libertad para los españoles, donde pueda contemplar Roma el precio de su conquista, cuando, esfumado el poder cartaginés de la Iberia, va á empezar la guerra entre españoles y romanos, sin que en las batallas se mezclen ya otros nombres que esclavitud é independencia.  Astapa va á augurar enérgicamente á «orna, como mas tarde Veleyo Patércuío ha de decir; que en pstalucha, á costa desús cónsules y prectores, hubo de v e n i r á que se dudase, que pueblo era el mas digno de ocupa r el imperio de la tierra, entre el español y»el romano; y que no ha de ver Justino á los españoles suje

Tos al yugo del pueblo rey, basta que después de 2 0 0 años de consumir legiones y sepultar á sus mas valientes capitanes, habiendo domado Augusto todo el orbe, convierta todas sus armas victoriosas contra ellos.  Los romanos ven caer sobre si los desesperados astapenses, que ya no creen poder sostener mas su libertad, y buscan perpetuarla, con la muerte, en los filos de las espadas de sus mismos tiranos, to • mando la posible venganza de ellos.  No presentan ejemplo de igual arrojo al de su acometer las historias; pero los romanos reciben , con su sabia estrategia, este choque tan ciego; muestran ceder á la fuerza, abriendo sus filas como si no pudiesen resistir al violento ímpetu del enemigo, y prolongándolas alas, forman un círculo , con el que los envuelven, y sostienen su furia las primeras filas de veteranos á costa de mucha sangre, hasta que deja de derramarse con la del último astapense.

Entran entonces en la ciudad los romanos, mas solo para estremecerse á vista del terrible espectáculo que en ella les estaba preparado, como único fruto de su victoria: una grande hacina de leña y haces de sarmientos, en cuyo centro arde cuanto hubo de apreciable en Astapa, cubierta con los cuerpos de todos los ancianos, mujeres y niños, donde hubieron de esperar sentados la muerte, y cuya sangre corre á retardar la actividad del incendio, habiendo sido degollados por 5 0 jóvenes robustos y vigorosos que hubieron de quedar en la c, para la espantosa ejecución, observando el é\ito de la refriega, y cuyos cuerpos se ven igualmente al través de las llamas.

Creyeron los romanos dominar á Astapa, pero Astapa huyendo de su yugo, solo habia dejado á su albedrio esta espantosa pira consagrada á la libertad española.  (Tit.  Liv., lib.  2 8 , cap.  22 y 2 3 ; Apiano, de bell.  Hispan., pág.  4 5 8 , 4 5 9 ) .

Repobláronlos romanos e s t a c , y mas tarde la presento Plinio , siendo libre de tributos.  En Liv., Apiano y Estephano se lee su nombre Astapa; en Plinio y en el Itinerario romano se escribió Ostipa y Ostipo.  Queda de Astapa una medalla que refiere Masdeu, tom.  6 , pág.  4 7 0 , y otra con nombre de Ostippo, en la pág, 3 7 5 , (V.  Florez, Medallas de España.)

Pertenecía, según Plinio, Astapa, al conv.  Jurídico Astigitano, y el Itinerario la menciona en el camino militar que describe desde Cádiz á Córdoba, entre Hipa y Barba , XIV millas dist.  De la primera y XX de la segunda.  Comunmente se reduce al desp.  Conocido con el nombre de Estepa la Vieja, á VIII millas de la actual v. de Estepa, cuya población  Hubo de ser traslación de la ant.  Del nombre Astapa, variando en Ostipo y Estepa, solo han quedado las radicales.  (V.  ESTEPA).